El artículo es un género periodístico (más que nada porque se suele publicar en prensa), en el que el autor expone su opinión sobre algún tema de interés (general o particular). Para escribir un buen artículo no es necesario ni que el tema sea del todo general (es decir, interese a muchos), o que, aunque interese a pocos, sea de alta intensidad (es decir, a los pocos que interese, interese mucho; es decir, sean unos freaks de cuidado). Pero sí es necesario generar un interés sobre lo que se va a decir. A veces eso se consigue con un buen título que enganche, o simplemente teniendo una legión de seguidores. Esto último no garantiza que te vayan a leer una segunda o tercera vez. Pero sí hay varias cosas que considero fundamentales para escribir un buen artículo.
La primera de ellas, es que la sucesión de las reflexiones sea progresiva, vaya enlazando los párrafos hasta llegar al final, en el que se expone la tesis. Como todos los buenos decálogos de escritura, este se puede romper a la primera exponiendo la tesis en el párrafo introductorio.
La segunda podría ser que el tema suscite algún tipo de polémica. Si algo de lo que opinamos es común y no tiene discusión, no vale la pena tratarlo. ¿Para qué? Mejor dedicarse a otros menesteres. Pero si algo es polémico, o mejor aún, minoritario, estamos empezando a tener entre las manos un artículo redondo, la piedra filosofal de nuestra sociedad en forma de semanada de diario nacional de gran tirada, la aspiración de todo escritor que se precie: tener una columna en El País.
Si estas dos premisas anteriores se cumplen, necesitas una tercera que conceda el prestigio, la varita mágica de la veracidad, el contraste tupido de la historia: una cita. De alguien realmente importante, me refiero, una mente preclara de su tiempo. Hay que escogerla bien, no tanto por lo que diga, sino por lo que el personaje puede representar. Puedes tomar a alguien que tuvo una vida agitada, pensó mucho y soltó alguna que otra genialidad, y que resulte que luego también se equivocó mucho. Y no solo eso: tuvo el carnet del Partido Comunista en su juventud. Al traste todo el artículo.
Por último, queda la guinda del pastel, el cierre culminante que represente a la vez la esencia perfecta de la reflexión, conceda la razón al articulista (o sea, tú, autor) y, además, engarce perfectamente con alguna idea del principio, para que ese final que toca el principio sea también un trasunto de la vida, ese resquicio por el cual la artesanía, el saber hacer algo bien, se convierte en arte, en algo sublime e inaprensible a lo que solo algunos tienen acceso.
Así que, con estas breves indicaciones y parafraseando al gran poeta Josep Maria Fonollosa, podeís empezar, pues, a escribir vuestro artículo.